Monday, November 25, 2013

Adán y Eva por Alejandro Tarabillo


Después de una larga noche de sonrisas y mirando a sus ojos, el determinó que iba a hablar con ella. Antes de esta chica nunca había tenido vergüenza de hablar con las mujeres, pero esta vez era diferente. Ella era simplemente hermosa, tan irresistible que él se sentía intimidado. “Si de alguna manera pudiera tenerla, amarla”, pensó, pero inmediatamente rechazó el pensamiento. Se estaba adelantando mucho, ni le había hablado a la chica y ya se estaba enamorando. Entonces la miraba desde el otro lado del cuarto, rezando que ella también le estuviera mirando. Se fijó que sí le miraba, y no solo eso, se movía queriendo atrapar su atención. Una retorcida de pelo seguida por una sonrisa. ¿O solo lo imaginaba? Pudiera ser que él estaba esperando alguna señal, o ¿de verdad estaba realmente tratando de llamar su atención? Tenía que tener un significado. Entonces sin intimidarse se acercó a ella.
Con una tocada del brazo lo siguió. Se encontraron en una esquina oscura, las luces tenues que la hacían ver más bella. Por un momento pensó, “nadie mira a esta mujer como yo la miro y como voy a mirarla por siempre”. Inmediatamente, se corrigió, pensando que otra vez se estaba adelantando mucho.
Hablando la hizo reír. Y no era una risa para animarlo, era auténtica. Él nunca había conocido a nadie que estuviera tan atraída por él. Claro que había otras a las que quería tener, pero nunca una con quien quisiera quedarse. Sentía que esta mujer le iba a dejar paralizado, incapaz de amar otra vez, incapaz de sentir cualquier emoción por otra.
Ya no podía esperar. Con un inmenso esfuerzo la invito a bailar. Ella respondió con un encantado sí. No había técnicas de baile especiales, ningún giro o vuelta. Solo era un baile simple y despacio. Las técnicas no eran especiales pero el baile ciertamente lo era. Estaban bailando como uno. Sentía que el cuarto estaba vacío con solo él y ella bailando al son de la música. Una canción llevó a la otra, hasta que la música ya no importaba. Solo a ella le importaba. Tan pronto que comenzó, terminó. Uno era dos otra vez.
Se despido de ella por un rato para ir al baño. Mirándose en el espejo pensó, “Cómo puede ser, no quiero amar a nadie. No quiero tener esa responsabilidad que viene con el amor. Y que pasa si ella no siente lo mismo que yo”. Se puso muy triste…había perdido la batalla consigo mismo. Este sentimiento duró poco, él no había perdido, fue una victoria. Ella era el premio.
            Regresó a encontrarla en el bar. Tenía que saber su nombre. Hasta este momento no le había preguntado. Le pregunto y respondió con, “Eva, y tu”. “Soy Adán”.

Thursday, December 13, 2012

Miquiz calacohuayan*
Elizabeth Marroquín


Puedo escuchar a mi madre llamándome desde la casa diciendo que ya es hora de preparar la comida. Esta es la hora que más detesto y en la que desaparezco, pero hoy se me ha hecho imposible.

Entro a la cocina sin ganas.
 ─No sé cocinar mamá. Es mejor que lo hagas tú.
 ─ Kalomt’e K’abel, ya no eres una niña. Tienes quince años y ya es hora de que aceptes a un  marido pero ¿Cómo vas a conseguir a uno así?─ Mamá me dice alterándose.
Yo no le respondo, ni la veo a los ojos. En vez me pongo a preparar la masa. Ella no sabe que no pienso casarme. He tenido bastantes pretendientes en Calakmul pero  cada uno de ellos se ha quedado con hambre.

Quiero ser más que una mujer de la casa que limpia, cocina y tiene hijos. Quiero tener libertad. Me encanta el tiro con arco y el olor del bosque. Cuando puedo me disfrazo y me escapo con los muchachos a cazar. Toda mi vida he escuchado decir que ese no es el lugar de una mujer pero mi puntería es mejor que la de mis hermanos.

Cuando termino de preparar la comida me escapo de la casa para despejarme un poco y pensar en lo que me ha dicho mi mamá. Sé que quedarme soltera no es una opción. Escucho una conmoción en el centro del pueblo, y cuando me asomo veo al rey con su tocado de plumas de quetzal, sus ojos bizcos y su frente plana. Será el hombre más bello del reino pero a mí no me impresiona, especialmente con ese carácter.

Al siguiente día mi madre me despierta muy apurada diciéndome que tendremos un invitado especial esta tarde y que tengo que empezar a preparar la comida. Le obedezco. No tiene sentido discutir con ella.

Cuando atardece, mi madre hace que yo prepare la mesa. Me da los platos de comida para que los empiece a poner. Cuando entro al comedor encuentro al rey sentado, y yo con el plato de comida en la mano. No sé que hacer. Si no se lo sirvo lo tomará contra mi familia pero no estoy lista para casarme y mucho menos con él.
 ─ In lak’ech*  mi rey.
No me responde. Simplemente espera que le ponga el plato frente a él. Estoy pensando en regresarme a la cocina cuando mi mamá entra.
 ─ Izcalli*  señor. Anda K’abel, sírvele la comida al rey.
Resignada lo hago. Había pedido ser más que un ama de casa pero nunca me imaginé que los dioses me convertirían en reina.

El rey me ha citado a su habitación por tercera vez. Está ansioso por tener hijos pero yo no. Al ver que le he rechazado la invitación por tercera vez, él decide venir a la mía. Cuando trato de escaparme hace que los guardias cierren las puertas. Hoy seré suya.

Hay un bebé creciendo dentro de mí. Un bebé que nunca quise. Es hora de llevarle al rey su cena adornada con kabal muk.* Me siento frente a él con una sonrisa. Aquí estaré para verlo entrar por la puerta de la muerte. Esta noche seré lo que siempre quise ser: Una mujer libre. Seré más que la esposa del rey. Seré más que una madre. Libraré a mi gente de las manos de los tlalpoloani* y mi tierra volverá a escuchar a nuestro quetzal cantar. Se acordarán de mí, Kalomt’e K’abel, la reina guerrera.

*Puerta de la muerte.
*Forma de saludarse. Significa soy otro tú.
*Tu casa
*Planta toxica
*Conquistador o destructor de tierras y personas.
Llovía
Francisco Borrallo Pérez

“Y todo había sido como tiene que ser 
                                                                    el arte, inconsciente, ideal y lejano”.
(El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde)


Nancy Brabson no era consiente del tiempo que llevaba conduciendo, pero el ruido del claxon de un camión la condujo a la realidad. La lluvia caía con la misma intensidad que sus lágrimas, y el ritmo del parabrisas intentaba aclarar su visibilidad. En la radio empezó a sonar la canción The river de Bruce Springsteen. En ese mismo momento le vino a la mente la imagen de su esposo. Miles de preguntas estaban su cabeza, pero no encontraba ninguna respuesta coherente. Era imposible para ella explicar a nadie en el laberinto en el que se había  metido y la confusión mental que sentía. No podía parar de conducir porque no tenía ni idea qué hacer. Era como una hoja que arrastra el agua de la tormenta. No tenía la intención de huir pero qué más podía hacer, que seguir la carretera como ese río que la arrastraba. Solía relacionar a los momentos importantes de su vida con una obra de arte. En esta ocasión, sin pensarlo y, automáticamente después de la imagen de su marido, apareció la imagen en su mente del cuadro El Naufragio de William Turner. Tenía mucho miedo, emocionalmente se sentía en un barco a la deriva contra un mar embravecido.

Podría ser otro semestre más en la universidad para ella, pero este era completamente distinto. Aceptó el trabajo en la Universidad del Norte de Florida, era lo que esperaba durante años, quería dejar los colegios públicos y provincianos. La distancia  de casi dos horas y cuarenta y cinco minutos en coche  desde Tifton, Georgia hasta Jacksonville no sería el problema. La verdad es que su horario no era del todo malo, solo tendría que ir a la universidad dos días a la semana, los martes y los jueves. Su marido y su hijo continuarían en Tifton hasta que su trabajo fuese fijo. Él se graduó en una especialidad medicina y no tenía problema para encontrar trabajo donde fuese. Su hijo terminaría el instituto en Georgia, y luego para el próximo semestre iría a la universidad. Odiaba la ciudad de su marido y solía decir entre-dientes: “tierra de pozos donde nada pasa”; soñaba con vivir cerca de la playa en una ciudad más vibrante, y ahora ese era su momento.

El martes su primer día de clase fue normal, no había diferencia con su trabajo en la escuela pública. Le contó a su esposo una anécdota de una chica que llegó tarde a una de sus clases  con unas botas militares en las manos y completamente mojada por la lluvia. Su marido le  preguntó si le había quitado la falta, y ella afirmó. Inmediatamente después y por primera vez el marido le preguntó: “Es bonita”. A lo que ella sorprendida le contesto: “¿Cómo se te ocurre eso?  Y además, para tu información, es como una espantapájaros, muy delgada, con todo el rímel por la cara y con ropa de punk”. Pero ella mintió, le pareció impresionantemente bonita, una cara muy exótica, el rímel por su cara pronunciaba más sus rasgos faciales y sus ojos. El agua goteaba de su pelo hacia su camisa que transparentaba y marcaba todo su pecho. Pantalones negros, rotos y estrechos que finalizaban en unos pies dignos de una geisha, muy cuidados y pequeñitos, que contrastaba con las grandes y negras botas que llevaba en las manos. Fue la primera vez que como profesora vio a una alumna de manera diferente.

Como dibujante tenía muy buena reputación, pero Nancy quería ser conocida por sus pinturas. Ella estudió varios masters en París.  Para ayudarse con un dinero extra, pintaba retratos y dibujaba caricaturas a la orilla del río Sena cerca del Museo de Orsay. Y llegó a ser popular por sus trabajos con los turistas. Eso sí nunca trabajó en el barrio de los pintores, le agobiaba, ella prefería ver cómo el río corría. Observar las diferentes fisionomías era su hobby y su defecto profesional. Amaba averiguar los orígenes de las personas por sus rostros, posibles mezcla de razas. La alumna la tenía obsesionada. No podía averiguar por su rostro  y piel de donde podía proceder, eran tantas las razas posibles o quizás una raza tan pura y desconocida para ella que no  tenía ninguna certeza en poder averiguar sus orígenes. La chica como alumna era solo una superviviente, como persona era toda una líder.

Después de un mes, yendo y viendo, su coche, que empezó a darle problemas, tuvo la generosidad de no estropearse en la carretera pero sí en los aparcamientos de la universidad.  Después de hablar con su esposo, el plan elegido fue arreglar el coche y pasar la noche del martes y miércoles en un motel en Jacksonville. Cuando terminó sus clases y en medio de una fuerte lluvia se dirigió hacia la parada  de autobús. Un deportivo negro se acercó y una voz gritó  desde adentro: “¡Pero es que no piensa montarse!”.  Era su estudiante. Nancy le contó sobre su coche y le dijo hacia donde se dirigía, pero la alumna no tenía intención de llevarle al motel, sino a su apartamento de lujo. La alumna sabía como manejárselas con las personas de su edad, tenía conversación y arte para saber qué es lo que pasa por la mente de un hombre o una mujer de su estilo. Esta chica supo seducirla con  su conversación, ingenuidad y picardía. Pero además le secó la ropa, le preparó un caldo caliente, un baño sofocante y como no, una noche ardiente. Afuera llovía intensamente y los truenos hacían la velada más intensa e interesante. Era como estar en un jardín secreto y con un trato distinto al acostumbrado. Se sentía interesante y mágica. Nancy pensaba que estaba viviendo un sueño, una fantasía, que nada era real. Las estrías, celulitis y comienzos de flacidez de su piel, parecían que habían desaparecido como su propia realidad. Quería volver a su realidad pero al mismo tiempo quería que aquella situación nunca acabara; porque estas nuevas sensaciones y  emociones eran intensas, nuevas y  distintas.  Se estaba auto descubriendo con la ayuda de su alumna.  Por otro lado, la joven actuaba con la naturalidad de hacer lo mismo frecuentemente. 

La chica salió temprano para sus clases, y ella cambió la intención de ir a un motel por la idea de quedarse una noche más en ese apartamento. Durante el día el recorrió la ciudad, fue a un café, a  una galería de arte y llegó a tiempo para preparar una cena. Quiso estar muy ocupada para no tener tiempo de pensar fríamente lo que estaba ocurriendo. Todo el día estuvo lloviznado, pero al final de la tarde parecía que el sol volvía a salir.  La chica volvió, le llamó por el megafonillo de la puerta y le pidió que le ayudara a subir unas bolsas. Ella bajaba las escaleras saltando como si tuviera veinte años menos. Después de pasar la puerta del apartamento y después de dos tórridos besos… la policía interrumpió la escena romántica rompiendo la puerta. Y gritando: “Desde este momento todo lo que diga puede ser utilizado en su contra, queda detenida por posesión de drogas y por mantener relaciones con una prostituta”.

Abuelo
Diego Rueda


Son el roble y tus espíritus gemelos
Nacidos en el campo y endurecidos con el tiempo.
Florece el frailejón con el invierno
Como tú ante los días adversos.
Los años le han pasado cuenta a tus cabellos
Como los meses del otoño con las hojas del arce.
Abedules solo se comparan con tu templanza y Fortaleza
Como magnolias que florecen y alegran los valles con sus colores.
Son para mi tus consejos en los días tristes
Y como el samán brinda su sombra a quien necesita refugio
Son tus brazos abiertos esperándome diciendo "te amo"
Una danza de la playa
Jessica Budke
La brisa traía hojas crujientes y naranjas que habían descuidado los árboles. El aire era fresco dejando solo el sol para calentar la tierra. El mar comenzó a oscurecer esta época del año, como si la luz interior se hundiera más y más en sí misma, sosteniendo sus secretos hasta los meses de verano, cuando la risa de los niños y las salpicaduras calientan las olas.

Donde las olas besaron la arena una mujer caminaba. Su pelo largo y oscuro tratando de escapar con la brisa pero no queriendo abandonar una cara tan encantadora. Su falda ondeaba hacia atrás y hacia adelante atrapado en una tormenta de viento y arena. Exigió la atención, era un reconocimiento de un momento de la vida y la belleza interior. Uno casi ni se daba cuenta que no estaba sola. Parecía navegar por la arena con movimientos como el aire respirando viento.

Él piso la tierra fuerte con pasos pesados que dejaron un rastro profundo, hundido en la arena, dejados ahí para que el mar los limpiara. Ella era joven, uno se imagina que su alma era libre. Y él era viejo y abrumado por el peso de la vida, como un barco que se hundió por una tormenta que no se podía navegar.

¿Quién era él para ella? El sol atrapó una mirada al diamante en su dedo causándolo ardor a los ojos de cualquiera que estuviera mirándolo. El diamante enredado en sus dedos mientras sostenía la mano del hombre. ¿Su padre? No, la mano estaba tejiendo demasiado deseo en el otro, con tanta intensidad y anhelando tener más. ¿Su marido o su amante? Pero ella es tan bella, tan llena de vida. Su existencia es una canción de las historias y memorias ligeras y su movimiento tan fluido como el de las sirenas.

Tal vez se casó con él por su dinero, una mujer sacrificando el amor para obtener seguridad, disfrutando en estos momentos de libertad que sienten los jóvenes en el aire salado, poco dispuesta a dejar pisadas en la arena al lado de los de él, dispuesta a dejar al mar lavar su existencia.
Quizás el amor está más allá de la edad y ella baila mientras camina para disfrutar de los momentos prolongados que tiene con él. Forzándolo a beber la arena y el aire, obligándolo a recordar que la edad es sólo algo que se siente, que superar el entusiasmo por la vida es permitir que el alma se arrugue.

Tal vez ella es una sirena una criatura cambiando su cola por piernas para pasar los años con su marinero antes de regresar al mar.

Tal vez estamos destinados sólo a preguntarnos, a observar el mundo que nos rodea y dejar que nos inspire. Quizás el amor no es para entender, sólo para sentir.
Esperando
Aridai Rivera

Cuando se lo llevaron
Todo cambió.
Ya no reían y todos lloraban
Mi abuela callaba y lo negaba.

Se lo llevaron como si nada
Ya era su tiempo
Nadie pensaba que sería,
Precisamente antes que él se casara.

Se lo llevaron y en su sitio
dejaron un niño nuevo.
Un niño bello con una risa pura,
suficiente para sanar corazones rotos.

Cuando se lo llevaron
Todo cambió.
Todos reían y ya no lloraban
en niño sonreía y el hombre lo esperaba.
Mi querido amigo
Jake Fagan

En tiempos felices
Nos reuníamos para celebrar.
En momentos turbulentos
Aliviabas mi dolor.

Fue nuestro tiempo juntos
Dulce aunque breve.
A pesar de que te han llevado,
Sigues aquí dentro de mí.

En mis días más oscuros,
Tus chispas me daban luz.
En mi días más amargos,
Las comía por ser dulces.

He sido afortunado al poder
Oler tu fragancia
Antes de conocerte cara a cara.
Ahora percibo una agridulce calidez
Y la felicidad que siento
Viene con algo de tristeza
Porque te he comido.
Has desaparecido.